Victoria Arias, Concurso de Redacción (Poesía).-
Un refugio es un lugar al que vas cuando llueve y abandonas cuando escampa.
Un hogar es el lugar al que perteneces.
Yo no te pertenezco, pertenezco en ti, vivo en ti. Tú vives en mí.
Al principio eras un vulgar refugio.
Te acepté con tu suelo de madera, que crujía con cada paso que daba; con tu sofá oloroso, viejo y descolorido y sus cojines —deshilachados en los bordes— que estaba pegado a la pared junto a la puerta; con esa chimenea hermosa de ladrillos color terracota.
Me ponía de rodillas en el suelo y con paciencia limpiaba las telarañas en cada una de tus esquinas.
En las gélidas noches de invierno, me ofrecías tu fuego abrasador. Hacía chocolate caliente para ambos y reíamos juntos.
Los días malos eran efímeros, se tornaban insignificantes después de sentarme frente a tu fuego apaciguador durante un rato.
Tu fuego era algo sublime, lo contemplaba enmudecido.
Conversabas conmigo, me protegías de la crueldad del mundo que moría por arrastrarme a su malignidad muda. Hablabas con detalle de tus días y yo siempre me sentí encantado al escucharte.
Te sentabas junto a mí y me contabas relatos fantásticos que te sabías de memoria. Yo te miraba, con ojos chispeantes, embelesado por la belleza de tu forma de contar las historias.
Dejamos de ser dos piezas aisladas de un rompecabezas y nos convertimos en las únicas dos piezas.
Pronto dejamos de ser dos piezas y nos convertimos en una sola.
Tú dejaste de ser mi refugio y te convertiste en mi hogar.
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