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sábado, 17 de marzo de 2018

Efímero

Aleska Bohórquez, Concurso de Redacción (Poesía)

Mis labios musitaron una profecía incitada por mi sexto sentido, cuando escribí su nombre con el único propósito de rellenar una hoja en blanco. Lo había escuchado mencionar al menos unas diez veces dentro de mi cabeza, con una voz tan cercana que me susurraba que me dejara ir, tanto fuera de mí ser como lejos de su vibra, y había traído a la vida una de tantas memorias que seguía tan nítida, volviendo a ser tan real que no necesitaba una maquina de tiempo para escuchar las hojas agitarse contra el viento.
Al enfocar la mirada, me encontré con la sonrisa más tímida y simpática que jamás había visto, hasta ese momento.
Parece ridículo pensar que hasta el mismo cielo lo estaba favoreciendo, cuando hasta la estrella mayor brillaba haciendo que sus rizos dorados impactaran sobre mí. Y no era primera vez, solo que esta vez si lo observe con tanta atención que juro haber detallado su pecho subir y bajar al ritmo de su respiración.
Fue una mirada rápida, y a la vez eterna, ya que no podía quitar mis ojos de su rostro.
Los siguientes segundos no aguante las ganas de volver a verlo. Y seguía ahí, tan inefable. Era algo nuevo, como si una especie de magnetismo me condujera a él, y en el instante donde casi detuve el tiempo y lo convertí en un para siempre, era el mismo instante donde entraba directamente al ojo del huracán, incluso sin sentir agitación, y siendo más ligera y frágil que nunca.
Y lo tenía frente a mí.
Veía las luces pasar desde mi ventana, a tal velocidad que incluso no puedo llegar a comparar con la rapidez en la que ocurría todo. Todo tal cual lo veía dio un giro de 180 grados, para volver al inicio y acabar con un final casi predecible. Él no me sonrió una vez en la noche, no como cuando el sol reflejaba lo etéreo de su silueta. Y para mala suerte mía, no me equivoque cuando mi consciencia me gritaba que frenara el momento.
Pese a todo, volvería a tocar su piel caliente y a quemarme con el calor de mi pequeño y hermoso infierno si eso significa volver a elevarme hasta las nubes, bien sea por masoquismo o por afinidad, en donde siempre volvemos al lugar que nos hizo felices, aunque no logremos distinguir la felicidad del dolor.
Mañana quizá vuelva, o quizá yo me marche. Mi única seguridad es que siempre estaremos conectados, por un pasado en común, un lugar y una evidencia y aspiraremos llegar a un futuro no tan lejano y tan incierto como soñado, donde ambos nos perdemos en el placer de sentirnos vivos y encontrarnos en la esencia de un beso

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